Quedarse en casa

Por Alfredo González Durán

Me atrevería a decir, estimados lectores, que en estos días de cuarentena –que nosotros sí estamos siguiendo convencidos, además de estar en zona de más riesgo, la neta, tanto por rucos como por achaques que se juntan con la bola de años, ¡bien vividos! y dándole gracias a la vida— he recibido una de las grandes lecciones que jamás pensé tener en tan pocos días… Y es que además de aprender a valorar ¡pero en serio! la importancia de tener una familia: padres, hijos, hermanos, abuelos y toda la parentela que en estos momentos desde donde andan y en donde estemos, en vivo o en pensamiento ¡se la rifan! por uno y uno por ellos, en las buenas y en las malas (y más ahora que por las circunstancias en que nos puso el coronavirus y la vida, varios estamos alejados por la distancia, pero eso sí, ¡ligados por el corazón!), también estoy aprendiendo a valorar los mínimos detalles… EN EL ENCIERRO voluntario, pero obligatorio para cuidarme, cuidar a los míos y al prójimo, hay varias cosas que ni tomaba en cuenta y de las que ahora me arrepiento no haberlas hecho. Por ejemplo, cómo es posible que teniéndolo cerca, casi nunca voy a correr o a respirar al aire libre al Centro Deportivo que está a tres minutos de mi casa. Hoy, ¡ya no me la acabo! con las vueltas que me tengo que dar caminando de una recámara a otra y sorteando las sillas, la cama, la mesa, las chanclas, el sillón, las plantas y hasta los libros. ¡Que diera por ir ahora!, sin temor a respirar para no contraer ni una gripita y darme unas vueltecitas por la cancha de básquet o utilizar el equipo de gimnasio al aire libre que ahí ha estado ¡y gratis!.  Me arrepiento de no haberme tirado debajo de un árbol o de plano ¡en el pasto! a pata tendida, a mis anchas para sentir el sol brillante que hoy baña las calles semivacías cerca de mi domicilio y que ahora sólo puedo verlo desde adentro, esperando que sus rayos de luz se filtren por mis ventanas a ciertas horas y minutos del día, para poder siquiera sentirlo en mi cara y para acabarla, ¡sin poder darme masaje! ni en los ojos, ni en la nariz, ni en la boca… ¿POR QUÉ NO HICE eso antes?, me pregunto ahora que hasta para salir a tirar la basura, siente uno que se respira la tristeza. Veo en los ojos de los chavos recolectores de basura, que están preocupados, porque como me decía uno de ellos, también tienen familias y no obstante, están a diario ¡al pie del cañón! recogiendo todo tipo de basura que a veces no saben ni de qué es o qué contiene. “Don, ¿usted cree que debemos ponernos cubrebocas?”, me preguntó uno hace más de semana y media y le dije que ¡por supuesto!, ya que tenían duda de lo que vienen diciendo las fuentes oficiales de que “si no se está contagiado del virus o con una enfermedad respiratoria, no es necesario usar cubrebocas”… Por fortuna, hace aproximadamente dos semanas, en Teve Fórmula vi una entrevista muy aleccionadora que el colega Javier Poza le hizo al doctor Francisco Moreno, médico internista, infectólogo, profesor de posgrado en Medicina Interna y responsable del programa COVID-19 en el Centro Médico ABC, quien además de hablar a fondo sobre la pandemia, entre sus recomendaciones al público, fue enfático al señalar que definitivamente a estas alturas, es necesario que toda la gente –y sobre todo la que anda en la calle— utilice cubrebocas. Explicó que sólo así (y quedándose en casa, por supuesto) se pueden evitar más contagios ya que como se ha señalado, algunas personas no reflejan síntomas, no saben que traen el virus, salen a la calle como si nada y contagian más gente sin saberlo. Por ello, como medida de prevención, dijo que el cubre bocas protege para no andar infectando y por lo tanto, “debe de usarse y más cuando se sale a la calle”… Ahora, cuando me toca tirar la basura, veo a todos los chavos del carro recolector que pasa por mi calle, con sus cubrebocas, un poco más serenos y más cuando me ven que yo también traigo el mío puesto. Es más, uno de ellos me comentó últimamente que hasta pensaban en acercar un botecito con una varilla y que ahí les depositáramos las monedas, para no tener acercamiento. Les comenté que era buena idea, que hicieran todo lo que creyeran que podría protegerlos y que nosotros jalábamos. Bueno, cuando menos yo, que vivo acá en el populoso Poniente de Morelia. ¡Hay que jalar con ellos! porque vaya que también se la rifan y se la juegan por la comunidad, ¿o no?. ¿Se imaginan que pasaría si no recogen la basura a diario?.. POR CIERTO y siguiendo el tema en cuanto a los informes diarios del COVID-19 que da el subsecretario Hugo López Gatell, me pregunto en mis adentros: ¿no podría buscar la manera de decir las cosas de una manera menos ruda?. Y es que definitivamente que él está en su papel y hace bien en hablar como son las cosas en cuanto a la pandemia en México, pero en donde como que da cus cus es cuando a la de sin susto López Gatell en su informe a diario deja entrever y recalca que los que estamos en pleno riesgo, somos los que disfrutamos hace tiempo de la música Disco, la cumbia en sus inicios y otros que alcanzaron el mambo, el Cha cha chá y el Rock and Roll. Que escuchamos a César Costa, Enrique Guzmán, Angélica María, Alberto Vázquez,  Los Beatles, The Creedence, Pink Floyd, Los Rolling Stones, Led Zeppelin, El Tri, Peace and Love, Navajo, Los Dug Dugs, El Ritual, Tequila, Tinta Blanca –¡puro Avándaro!–  Los Beeges, Roberto Carlos, Camilo Sesto, José José, Napoleón, Los Dandy’s, Los Panchos, Los Tecolines, La Santanera, La Maracaibo, La Dinamita, El Acapulco Tropical, El Rigo Tovar, Los Freddys, Terrícolas, Yndio, Angeles Negros, Pasteles Verdes y muchísimos más…  Rucos de la época en que creíamos que la luna era de queso o que uno se convertía en lobo con la luna llena, hasta que el 20 de julio de 1969, Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins llegaron a la luna, quitando todas las fantasías de esos días en que la tele apenas empezaba y ni soñar que llegaría una revolución tecnológica en donde hasta en un teléfono podría verse la imagen de con quien estábamos hablando. ¡Ay nanita!, eso, ni pensarlo en aquellos ayeres… Y bueno películas como El Exorcista en la que se pasaron de lanza con tanto espanto para aquella época o Tiburón, aunque a mi me latían más las del Santo y aventándome a cada rato todas las del Pedrito Infante con el Torito y el uchepo del Tuerto, sin olvidar a la Chorreada, la Tucita y hasta al Mantequilla. Tampoco al Tin Tan y un titipuchal de películas de cuando el Cine Méxicano la rifaba ¡y con todo!, a nivel mundial. ¡Aaaaahh qué recuerdos! de cuando jugábamos al Burro 16, las canicas, el trompo, el yoyo, el balero, las cascaritas de fútbol que jugábamos en las calles de mi México de ayer, sin ninguna bronca y eso sí, obedeciendo a los papás y sobre todo a las mamás que efectivamente, como la retratan en la película de “Coco” –de Disney— salía a puro chanclazo a meternos pa la casa y a hacer la tarea… MUUUUCHOOOOOOOS  recuerdos de esas épocas que como les digo, ora nos hace recordar y más López Gatell cuando en sus estadísticas, fríamente señala que los de más de 60 años y luego aún más si tenemos enfermedades, estamos con mayor riesgo… Hace bien en hablar con la verdad, aunque muchos de ese rango quizá quisiéramos oír, que Dios mediante, pudiéramos librarla, como muchos estamos convencidos, creo yo. Pero bueno, en algo que quizá estén de acuerdo es que a esa generación, sin duda que nos tocó vivir muy buenos tiempos y todavía ¡los que nos faltan!, la neta… PERO regresando a lo que andaba antes de desviarme,  pues la verdad que en este encierro voluntario, también me he arrepentido de no haber acudido a visitar a toda mi raza, quesque por la chamba; que porque no había lana; que porque me dolía una muela; que mejor pa Navidad. Pretextos, pretextos y más pretextos. Aaaahhh, como extraño ahora abrazar a cada uno de ellos, de decirles en vivo ¡cuánto los quiero! y que donde paremos en las actuales circunstancias, siempre estaremos unidos con el pensamiento. Lo bueno es que la tecnología, sí nos ha permitido hasta ahora conectarnos con ellos. No es lo mismo, pero también reconforta recibir o enviar su whatsap, conectarnos por medio de Skipe o llamándolos por teléfono, que ahorita, en estos tiempos, ¡vale mucho escuchar sus voces!… PERO BUENO, ya habrá tiempo más delante y seguro, que ya nos juntaremos en Navidad, primeramente Dios, porque como lo dijo el Papa Francisco en su homilía de este Sábado de Gloria en El Vaticano a los que somos creyentes: “Ánimo, con Dios nada está perdido”. Durante su mensaje, el Papa Francisco nos invita a no ceder a la resignación, a creer que todo está perdido: “no cedamos a la resignación, no depositemos la esperanza bajo una piedra. Podemos y debemos esperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado solos”; y reafirma con fuerza: “La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido”. También el Papa Francisco recordando el texto de Marcos, 10,49, afirma que tampoco son nuestras flaquezas las que tienen la última palabra: “Si en el camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te dice: Ánimo” y nos invita a decirle a Jesús, para superar nuestros miedos: “Ven, Jesús, en medio de mis miedos, y dime también: Ánimo. Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados” (…) porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes”. ¿Qué tal?… PERO COMO les decía, en este encierro voluntario la verdad que, entre muchas otras cosas –que ya iremos mencionando en otras columnas– nunca me había puesto a pensar cuántas veces utiliza uno las manos para rascarse y acariciarse la cara, hoy totalmente prohibido. También ahora que no se puede, empiezo a valorar lo que significa para el alma el estrechar la mano de un amigo, el abrazo de un hermano, de un padre, una madre, de los abuelos, de una hija, un hijo. El abrazo reconfortable, con beso y apapacho de la pareja, que hoy debe mantener también la sana distancia. El no poder cantar una canción con tus amigos, no ir a un bar a platicar, ni mucho menos bailar. Bueno, no poder ¡salir a la calle! y si sales, tener que desinfectar todo lo que traes… Y desafortunadamente, tampoco había tomado en cuenta que en medio de esta emergencia sanitaria, ni viendo las noticias y lo que pasa el mundo, mucha gente todavía no cree en el virus y anda tan campante en la calle. En fin, muchas cosas más, que la verdad, he empezado a valorar más a fondo, de todo lo que ocurre a mi alrededor y que a veces no se daba uno por enterado: como el observar cómo crece cada hoja de una planta regándola diario; en cuantas lavadas le sale brillo a las llaves del lavabo; el olor del cloro; como volverse inventor para hacer un cubrebocas que seguro los comerciantes escondieron; la importancia que tiene ir a la tienda, a la tortillería y ya en la tarde-noche, observar el sacrificio que a diario hace el señor de edad que con su canasto, como puede, empuja su carrito para vender “¡el paaann. el paaan, el paaan!, lleven su pan”, como pregona en una colonia semivacía, en busca de ganarse el sustento para su familia, como también miles de michoacanos tienen que trabajar por necesidad, aún corriendo el riesgo. Mis respetos para ellos…  POR CIERTO, también ver como como se agrietan las manos con tanta lavada; ¡que bronca! estar desinfectando los celulares y las computadoras a cada rato. Y ni imaginarme por lo que están pasando, todas las madres con sus niños, con sus aguerridos chilpayates de vacaciones que seguro ya traen ¡toda la casa de cabeza!… Pero bueno, ya habrá más tiempo para platicar cada uno con su raza de sus experiencias, ahora que ya haya terminado toda esa pesadilla. Y que, como el que esto escribe, pueda volver a irme caminando unos 15 minutos y cuesta arriba hasta La Catedral  y ver a muchos cuatestomándose su oloroso café en Los Portales y cientos de turistas admirando la belleza de la ciudad de Las Canteras Rosas, como lo es Morelia…Bueno, como estará esto de la cuarentena, con decirles que ya ¡hasta extraño! y como casi siempre me pasa, esperar hasta una hora ¡a que pase el uchepo tren! que en Tres Puentes, en la Avenida Madero, siempre ¡hace un paradero! de carros y transeúntes bloqueando el paso y valiéndole gorro. ¿Cómo ven?… Así que esperemos que, con el apoyo gubernamental  y sobre todo, con la participación de toda la ciudadanía de ¡Quedarnos en casa! y hacer todo por no salir, pronto la libremos y los que somos creyentes, encomendándonos al Creador. Vamos en la Fase 2 y ojalá que estemos por buen camino para sortear este preocupante reto… Por lo pronto, pues se ha visto que en el gobierno silvanista, encabezado por el propio gobernador Silvano Aureoles Conejo, le están entrando con todo y por todos los frentes. Y como ya les comentaba en la anterior columna, también genera esperanza observar que son ya varios los alcaldes y alcaldesas que se han puesto las pilas y están entrándole con todo para buscar salvar a sus pueblos. Bien por eso… De igual manera hemos visto que  funcionarios de primer nivel, como el secretario de Gobierno, Carlos Herrera Tello, ha participado estratégicamente en la unificación de esfuerzos coordinando las acciones con los integrantes del Gabinete del Ejecutivo estatal ante la Contingencia, como por ejemplo con la titular de la SSM,  Diana Carpio en el tema de salud, así como también, por otra parte, en el tema económico en donde Herrera Tello ha acelerado la entrega de créditos emergentes de la administración estatal. Todos en un solo frente para frenar el COVID-19. Órale pues… Pero ya en la próxima le seguimos…