OPINIÓN

Por Ada Yunuén Salgado Merino*

Con más frecuencia muchas personas están decidiendo ir a terapia psicológica para tratar diversos padecimientos de índole psíquica. Por un lado, es bueno pensar que las personas se empiezan a preocupar cada vez más por su salud mental; pero, por otro lado, muchas personas parecen corresponder a las demandas de la época, en el que una persona debe ser “funcional”, “adaptable” y “resiliente” bajo cualquier circunstancia.

Y hoy estamos frente a un sinnúmero de padecimientos, los pacientes ya llegan con un diagnóstico previo, muchos dicen “de niño me diagnosticaron con hiperactividad”, “soy ansioso”, “soy depresivo”, “soy bipolar”. Algunos conocen mucho de la enfermedad y el diagnóstico clínico en el que se ubican, ya sea que hayan acudido con algún psicólogo que les haya hecho una evaluación o no, tienen la idea de que deben ser nombrados bajo algún diagnóstico, como si esto los definiera definitivamente en su ser.

Hay que poner en claro que hay diversos enfoques psicológicos y psicoterapéuticos; algunos se encaminan a realizar pruebas, evaluaciones y diagnósticos, y de ser necesario hacen derivaciones con el psiquiatra; otros, su tratamiento lo dirigen desde el diagnóstico del paciente; y otros enfoques plantean una serie de tareas y se acuerda la duración del tratamiento.

Por ejemplo, si alguien desea dejar de fumar y tomar, desde un enfoque cognitivo conductual trabaja con programas de intervención en cierto plazo de tiempo para que el paciente tome conciencia y deje de fumar y tomar.

En el caso del psicoanálisis, la práctica terapéutica es distinta, es incluso inapropiado decir que el psicoanálisis es una psicoterapia, ya que las psicoterapias se centran muchas veces en la cura de los síntomas o tratan los trastornos psíquicos a nivel consciente, mientras que el psicoanálisis se encarga de escuchar el discurso inconsciente y conduce al paciente a reconocerse como sujeto deseante; para el psicoanálisis, el síntoma no está de más, es una formación inconsciente y efecto del lenguaje.

Los pacientes que llegan llenos de conocimiento psicológico o médico, poco saben o desconocen mucho sobre su propio síntoma, ya que éste es un saber inconsciente.

El paciente no sabe realmente por qué fuma o por qué toma, el conocimiento teórico que porta es solo un saber consciente. Para cada paciente, el síntoma significa algo distinto, esto es desde el psicoanálisis, lo que se conoce como la clínica caso por caso. No hay un saber general del síntoma, por lo tanto, hay que escuchar el síntoma, lo que significa que el paciente tiene que hablar. ¿Hablar de qué? De lo que se le ocurra.

Para muchos pacientes puede resultar incómodo empezar a hablar ante el silencio que provoca el analista, pero resulta necesario dar espacio a la palabra del paciente.

Quizá es raro para quien desconoce el psicoanálisis y acude por primera vez o para quienes vienen de una terapia psicológica. Es raro también que se escuche decir “deseo ir con un psicoanalista”, primeramente, porque no se promociona de la misma manera que la psicología y segundo, porque ésta práctica está llena de prejuicios y se piensa que es una práctica que no está tan vigente. Pero, el psicoanálisis está tan vigente como nunca y el analista sabe que los malestares de los sujetos corresponden a los malestares de la sociedad y de la época.

Así como Sigmund Freud, trató los síntomas histéricos donde sus pacientes sufrían de síntomas conversivos, como el caso de Elisabeth Von R., que sufría de dolores y parálisis en las piernas[i]; pues ahora podemos pensar en los síntomas de la actualidad como las crisis de ansiedad, los estados de angustia, las dificultades para dormir, los estados depresivos, los sentimientos de vacío, las toxicomanías, trastornos alimentarios, autismos, entre otros. La psicoanalista mexicana Liora Stavchansky y la psicoanalista argentina Gisela Untoiglich describen los síntomas actuales como los (a)fectos del capitalismo.[ii]

Es necesario puntualizar que nuestra sociedad actual dominada por el sistema capitalista se caracteriza por el consumo excesivo, las soluciones rápidas que ha ofrecido el avance científico y tecnológico, el placer efímero y el alivio momentáneo, el valor de lo atractivo visual, el ensimismamiento con el excesivo uso de las redes sociales, conduciéndonos peligrosamente a ser (paradójicamente) “sociedades autistas” donde cada vez los lazos sociales van debilitándose, el capitalismo de consumo pues, “fomenta un estilo de vida individualista”[iii].

Zygmunt Bauman llamó a esta época modernidad líquida donde hay menos consistencia y solidez en los lazos sociales.[iv]

Por otro lado, están las precariedades, la falta de empleo, la desigualdad, la explotación laboral, los salarios bajos, entre otros problemas que afectan a la mayoría de la población. Pues todo eso, trae consecuencias y malestares en los sujetos.

Respecto a las soluciones rápidas, ha llevado a muchas personas al consumo de psicofármacos para aliviar sus síntomas por ser la solución más efectiva, aunque sea momentánea, y es entendible que las personas quieran solucionar rápidamente sus padecimientos justo porque corresponde a las demandas de la época, por lo que los pacientes cuando acuden a su primera sesión esperan a que uno responda lo más pronto posible a esa demanda.

Esto puede plantear una serie de conflictos, porque el psicoanálisis no responde a esa demanda en el que se juega la psicología y otras ciencias de la salud, en esa lógica de las soluciones rápidas, ofrecer curas inmediatas en un corto plazo de tiempo, u ofertarse como especialistas en un padecimiento.

El psicoanálisis no promete la cura inmediata o la cura de los síntomas, eso no significa que no haya una cura, la hay, pero en otro sentido, y hay que estar dispuesto a ser paciente y deben saber que su análisis lleva un tiempo distinto.

Cuando el trabajo de análisis resulta exitoso, los pacientes empiezan a tomar otra postura frente a su sufrimiento dando respuesta a sus propios malestares y síntomas, empiezan a tomar decisiones importantes en su vida y los cambios son decisivos para el paciente y la forma de relacionarse con los otros.

Lo importante para nuestra práctica, es privilegiar la escucha y darle lugar a la palabra del paciente para dar cuenta de su deseo y que viva conforme a ello, que por lo general no corresponde a las demandas de la época, no se encamina a adaptarse o normalizarse porque justo eso es el malestar con el que vive cada paciente. Por ello, para nuestra práctica, es mejor dejar de lado a los diagnósticos que encadenan y condenan a los pacientes para dar paso a lo más íntimo del ser, por lo que esto se logra vía la palabra.

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 * Licenciada en Psicología por la UMSNH. Egresada de la Maestría en Psicología de la Educación con Perspectiva Psicoanalítica por el IMCED. Psicoanalista. Psicóloga en Dpto. Psicopedagógico y Docente interina de la UMSNH.

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NOTAS

[i] Freud, S. (1888). Histeria. Tomo I. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu: 2006

[ii] Stavchansky, L. y Untoiglich, G. (2007). Infancias entre espectros y trastornos. México: Anagrama.

[iii] Guitar, M. (2011). La sociedad capitalista consumista y sus efectos sobre la identidad: una aproximación macro-cultural. Rev. psicol. polít. [online]. 2011, vol.11, n.21, pp. 159-170.

[iv] Bauman, Z. (2003). Modernidad Líquida. México: FCE.