Por el L.C.C. Gilberto Vallejo García
Director de NOTI DIRECTO y la revista RULETA MUSICAL ESPECTACULAR
Corría septiembre de 1980 cuando llegamos a Morelia, tierra de cantera y jacarandas, a integrarnos al gran equipo del periódico La Voz de Michoacán. Yo fui el primero en arribar, el día primero del mes, como fotógrafo. Apenas me estaba adaptando al ritmo de la redacción cuando, unos días más tarde, llegó mi colega y amigo Alfredo González Durán, con su libreta de reportero bajo el brazo y una mirada inquisitiva que nunca abandonó.
Ambos fuimos hospedados en el famoso “penthouse” del periódico. Sí, ese mismo que se decía estaba encantado, y no lo desmiento. Dormir ahí era toda una aventura: sombras, jalones de patas, ruidos inexplicables. Terminamos refugiándonos muchas veces en los sillones de la redacción o debajo de las mesas del viejo laboratorio fotográfico. En peores noches, preferíamos acompañar a los linotipistas o a los muchachos de rotativas. El susto se nos iba con el primer café… y a las siete en punto, ya estábamos listos para la talacha del día, según el budget asignado.
Alfredo era reportero de hueso colorado. En aquellos primeros días, me “jaló” como fotógrafo para cubrir todo lo relacionado con la entonces flamante y ya desaparecida SARH (Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos). Así comenzamos a formar una mancuerna profesional que pronto se hizo hermandad.
Yo, en mi calidad de fotógrafo “comodín” —y uso la palabra con humor, aunque no sin verdad— trabajaba con todos: sociales con Dalia, deportes con el licenciado Saúl Saavedra (QEPD), gobierno con mi buen amigo Roque Madriz, nota roja con Mario Reyes Mondragón, y hasta en la venta de publicidad, cuando se necesitaba una imagen para algún cliente especial. A mi llegada, don Sam Herrera, fotógrafo de toda la vida del diario, no me vio con buenos ojos, lo cual entiendo: más de 30 años de trayectoria pesan. Pero la dirección, encabezada por don Rogelio Guzmán Rodríguez, tenía otros planes y me asignó como fotógrafo general para todas las secciones.
A nuestra llegada también se integraron Juan Bautista, Gustavo Miranda y los corresponsales de la costa en Lázaro Cárdenas y Playa Azul. Con Juanito hicimos reportajes inolvidables, como aquel sobre la comunidad de la Nueva Jerusalén, donde el líder religioso Nabor traía en jaque al clero michoacano. En esa cobertura terminamos huyendo descalzos entre huizacheras… todo por una falla en el flash. ¡Vaya susto y qué risa!
Con Gustavo compartí muchas horas en el laboratorio; con todos viví momentos que merecen contarse en otra ocasión. Pero hoy, esta reseña está dedicada a Alfredo, a su memoria, a su entrega, a las risas, desvelos y sustos que compartimos entre galeras, reveladores, redacciones y largas caminatas periodísticas.
Gracias, Alfredo, por tu amistad, tu temple, tu compañerismo. Hoy, donde quiera que estés, te digo: ¡mis respetos, colega!
