OPINIÓN

Por Ada Yunuén Salgado Merino*

Pensamos que como sociedad hemos tenido avances en cuanto a visibilizar la violencia y hacer valer los derechos de las mujeres, pero sorprende aún, que a pesar de que estamos en pleno siglo XXI, donde hay más información y cuestionamiento sobre los roles y mandatos de género, la violencia no logra erradicarse y los feminicidios continúan: entre diez y once mujeres son asesinadas al día, y una de cada 10 mujeres se atreven a denunciar.[i]

En los últimos 30 años, las cifras de violencia feminicida van en aumento, “cada año en el país son asesinadas más de 3.000 mujeres, niñas y adolescentes”[ii], . En un comunicado reciente de la INEGI, a propósito del 25 de noviembre, día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer, reporta que:

En 2021, 41,8 % de las mujeres de 15 años y más manifestó haber vivido alguna situación de violencia en su infancia (antes de cumplir los 15)… en 2022, de acuerdo con los datos de las Fiscalías Generales de Justicia estatales, el delito de violación registró su máximo en el grupo de 10 a 14 años[iii]

Por esta razón, sorprende mucho, que cada vez que se escucha a las jóvenes adolescentes entre 14 y 17 años, muchas de ellas se encuentran en una situación de violencia, ya sea en su familia, con sus amigas y/o amigos, o en su relación de noviazgo. Como tal, en sus relaciones de noviazgo, experimentan la violencia a través de humillaciones, insultos, celos de amigos, burlas, el uso de la fuerza física, entre otras formas de violencia, y, en una escala mayor, han llegado a abusar de ellas. Se escucha, además en estas jóvenes, historias de abusos en el seno familiar.

¿Por qué muchas mujeres jóvenes no denuncian? Cada caso es particular. Hay jóvenes que no se dan cuenta de que son violentadas, quieren y aman a pesar de todo a su pareja; quienes saben lo que viven, no se atreven a hablar o a denunciar por miedo a ser amenazadas; o a pesar de que saben, prefieren no mover nada, prefieren dejar “las cosas como están”.

Tampoco desean denunciar porque será un tema de discusión en la familia, o porque duele recordar los sucesos. En otros casos, donde las jóvenes no denuncian, sobre todo si son menores de edad, es porque no hay suficiente apoyo por parte de la familia, sobre todo si el agresor es un familiar; además, hay quienes han sufrido el abandono de sus padres y viven amenazadas por los familiares o tutores que se quedaron a cargo. Y las que se atreven a denunciar, la familia puede “echarse para atrás”, y, además todo el estrés psicológico que un proceso legal causa. Por alguna de estas razones y por otras más, se torna difícil denunciar.

Es muy notorio también, que cuando las jóvenes están en una relación de noviazgo y está presente la violencia, tienen una gran dificultad para hablarlo con otros y prefieren silenciar todos estos actos o no dar cuenta de ello, por lo que dejan pasar por alto cada que su pareja las violenta. Pronto ellas perdonan todo acto de violencia, y hasta se sienten culpables porque piensan que ellas lo provocan y que no debería ser así.

Posteriormente, “se arregla todo”, sus parejas se disculpan, pero la historia se repite, por lo que las mujeres quedan imposibilitadas para salir de este ciclo de violencia, y las consecuencias, sabemos que pueden ser muy trágicas.

Los jóvenes adolescentes que usualmente recurren a la violencia, a pesar de que la violencia tiene la fiel intención de dominio y poder sobre otros, parecen ser hombres demasiado temerosos, desprotegidos, poco tolerables, minimizados por alguna figura de autoridad y muchas veces perciben a la mujer como una figura amenazante que puede atentar contra su imagen de virilidad, y es ahí donde estos hombres intentan ejercer el control sobre dichas mujeres. Sin embargo, también hay hombres jóvenes que han sufrido abusos, pero por el hecho de ser hombres, es aún más difícil externarlo.

Dentro de una comunidad estudiantil, es importante orientar a las y los jóvenes, además de pláticas informativas y actividades que fomenten la reflexión sobre las violencias de género, que tengan un acompañamiento y una orientación psicológica que les permita hablar de cualquier situación que les resulte grave. También es importante que toda Institución cuente con protocolos de violencia de género y que éste sea del conocimiento de toda la comunidad que pertenezca a dicha institución.

Hay que estar atentos cuando una adolescente deje de asistir a clases o disminuye su desempeño académico; también cuando una adolescente entra en un estado de crisis de ansiedad, sobre todo si es una crisis intensa, porque no basta con tranquilizar, sino que hay que hacer una labor de escucha, ya que muchas veces antecede un evento traumático como puede ser un abuso sexual o violencia intrafamiliar.

Erradicar la violencia se torna imposible cuando la sociedad no se involucra en el cuidado de las infancias o en el acompañamiento de los jóvenes. Como sociedad, lo mínimo que nos toca es dejar de culpar y revictimizar a las jóvenes que han sufrido violencia de género.

Desde nuestro lugar, como psicólogos, docentes y educadores, lo mejor es proteger, acompañar y motivar a las niñas y jóvenes adolescentes a que se animen a hablar, a motivar las denuncias acompañadas de algún tutor legal, dejar de lado la creencia “calladita te vez más bonita”, hacerles saber que su voz es importante, si lo hacen están a tiempo de hacer algo distinto por ellas mismas y por otras, y evitar desenlaces fatales.

Las jóvenes que resisten a las violencias, son ahora las que participan en marchas feministas, proponen actividades y acciones a favor de los derechos de las mujeres. Cuando se observa en una comunidad estudiantil donde las compañeras se acompañan para levantar la voz y entre los hombres se señalan las faltas cometidas hacia alguna mujer, podemos ir constatando grandes transformaciones en la comunidad.

Confiamos en que esta generación que viene, tenga más participación social, tanto mujeres como hombres y sean más sensible ante las injusticias y que tengan más fuerza para poder actuar. En la adolescencia, están en un momento preciso en que la rebeldía puede dirigirse a exigir justicia para ellas.

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* Licenciada en Psicología por la UMSNH. Egresada de la Maestría en Psicología de la Educación con Perspectiva Psicoanalítica por el IMCED. Psicoanalista. Psicóloga en Dpto. Psicopedagógico de la UMSNH. Docente en ICESM. Miembro de REDPSIM3

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Notas

[i] Barragán, A. (2023, julio 23). Junio se tiñe de rojo: el mes con más feminicidios del año. El país. https://elpais.com/mexico/2023-07-27/junio-se-tine-de-rojo-el-mes-con-mas-feminicidios-del-ano.html

[ii] Barragán, A. (2023, noviembre 24) https://elpais.com/mexico/2023-11-25/la-violencia-contra-las-mujeres-se-ceba-con-las-mas-jovenes-en-mexico-mas-de-3000-asesinadas-al-ano.html

[iii] INEGI (2023, 23 de noviembre). Estadísticas a propósito del día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la mujer https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2023/EAP_VCM_23.pdf