OPINIÓN

Por Ada Yunuén Salgado Merino*

El pasado 13 de enero se destinó como cada año a conmemorar el día mundial de la lucha contra la depresión. De acuerdo con la OMS: “La depresión es un trastorno mental que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo” [i]

Aunque la depresión siempre ha existido, la depresión y la ansiedad aumentaron un 25% en el primer año de la pandemia por COVID-19, de acuerdo con los informes de la OMS[ii]; y los casos que se registran son más frecuentes en mujeres que en hombres.

Otros datos destacan que aquí en México, son el 20% o 30% de la población que dicen sentirse o haberse sentido deprimidos, de acuerdo con citas de la INEGI[iii] . Y de acuerdo con la Secretaría de la Salud, se estima que al menos el 5,3 % de la población de la población la padece[iv].

Como bien se sabe, la depresión tiene varios síntomas que se visibilizan en relación con la falta de energía, la pérdida de interés en realizar actividades que comúnmente la persona disfrutaba, la falta de apetito y alteraciones en el sueño, la desesperanza por la vida y su futuro, entre otros malestares.

Es común que se utilice el término depresión para cualquier situación que causa una profunda tristeza, sin embargo, no se trata de una persona que está triste, ya que, como todo estado emocional, la tristeza es momentánea y pasajera; en la depresión, la tristeza es perdurable, así como los síntomas que le acompañan.

Los profesionales de la salud mental, aún no determinan las causas exactas de la depresión, pero atribuyen a una serie de factores sociales, biológicos y psicológicos. Por mencionar algunos factores que vienen asociados, son el uso de medicamentos indicados para la ansiedad y el TDA-H, el abuso de alcohol y otras drogas, los hechos estresantes en la vida como las pérdidas cercanas, enfermedades, la falta o la pérdida de un empleo y las exigencias sociales.

El psicoanalista Sigmund Freud, en lugar de emplear el término depresión, recurría al término melancolía, ya que así era reconocida con anterioridad. Freud consideraba la melancolía asociada con el duelo, siendo éste por regla general “la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.”[v].

La reacción ante el duelo puede ser similar a la melancolía o a una depresión profunda, pero en la melancolía el duelo se prolonga y el Yo mismo se empobrece. El duelo, está relacionado con un sentimiento de tristeza ante una pérdida, que con el tiempo esa pérdida se resignifica; pero en la melancolía no sucede lo mismo, no logra resignificarse la pérdida, el duelo parece insuperable y el Yo, tiene sentimientos de vacío y culpa.

Desde otro punto de vista, el filósofo surcoreano, Byung-Chul Han, en su libro la sociedad del cansancio, reflexiona lo que está ocurriendo en la sociedad occidental, donde hoy en día, se trata de una sociedad del rendimiento (una continuación de la sociedad disciplinaria que planteaba Michel Foucault), caracterizada por un exceso de positividad, misma que está conduciendo a una sociedad del cansancio. Byung-Chul Han nos dice que cada época tiene una enfermedad emblemática que se ha podido combatir, una época bacterial que se combatió con antibióticos, una época viral que fue en los tiempos de la pandemia que también se combatió, pero en este siglo, estamos ante una pandemia neuronal que no se ha podido combatir:

El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo.[vi]

Desde el punto de vista de las neurociencias, la depresión la atribuyen a bases bioquímicas del sistema nervioso central y el desequilibrio de neurotransmisores; Byung-Chul Han, lo atribuye a un exceso de positividad, que viene de afuera, de las exigencias de la sociedad ante la excesiva producción, el rendimiento y la comunicación, excesos que causan una violencia neuronal: nada tiene que parar, sin importar que podamos estar nuevamente ante una pandemia mundial por cualquier otro tipo de virus.

La excesiva positividad como ideal en nuestra sociedad, hace que sea cada vez más intolerable e inaceptable la tristeza y el malestar, evitando a toda costa pensar, sentir o hablar de ello, así tenemos sociedades posmodernas caracterizadas por el excesivo uso de la medicalización y del consumo en general: sustancias nocivas, compras compulsivas, consumo de contenido a través de las redes sociales y plataformas de entretenimiento.

A esto, deviene la dificultad de hacer lazo social en el mundo real, donde el mundo virtual viene a suplantarlo, un mundo virtual donde hay más indiferencia por lo que le pasa a nuestro semejante y que se transpola al mundo material.

Hace algunas generaciones se había logrado convencer a muchos jóvenes, que el éxito y la felicidad está en el quehacer y la vocación, y no en los objetos materiales y el dinero, pero ahora se vuelve a creer en esto último y con mayor intensidad. Aparecen nuevos ideales para la juventud como influencers y “cantantes de música” reggaeton o belicona, que fomentan la cultura del poco esfuerzo en contraste con otras generaciones que se exigían demasiado.

En nuestra sociedad actual, aparecen también los discursos del “todo es posible”: “sí, tú puedes lograrlo”, “tú puedes tener ese viaje, ese carro, ese cuerpo”, “tú puedes ser tu propio jefe”, que en su mayoría suelen ser las trampas del mercado que operan dentro del sistema capitalista; y al encuentro con el “no todo es posible” aparecen los sentimientos de vacío y la desesperanza por el futuro. Parece ser que la depresión también ahí se manifiesta, cuando las personas se dan cuenta de la pretendida e ilusoria vida llena de positividad que no es posible alcanzar y lo que han perdido en ello, pero también dejan de creer en otras formas de vivir y de hacer su vida.

Parece ser que aquellos distractores ante los sentimientos de malestar, hace que cada vez se halle poco tiempo y espacio para que las personas se sienten a analizar y a pensar lo que pasa con sus vidas, así como tampoco hay tiempo y espacio para elaborar duelos ante alguna pérdida.

Aquí es donde los profesionales de la salud mental, tenemos que estar dispuestos a escucharles, y no salirnos por la tangente como la derivación psiquiátrica.

La depresión no se cura sola, aunque la persona sea medicada con antidepresivos, siempre es en compañía de un otro que pueda conducirle a la cura, para que siga el sujeto andando con el lazo que lo mantiene a la vida.

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* Licenciada en Psicología por la UMSNH. Egresada de la Maestría en Psicología de la Educación con Perspectiva Psicoanalítica por el IMCED. Psicoanalista. Psicóloga en Dpto. Psicopedagógico y Docente interina de la UMSNH. Docente en ICESM. Miembro de REDPSIM3

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Notas

[i] Gobierno de México (s.f.). 13 de enero, Día Mundial de la Lucha contra la depresión https://www.gob.mx/conadis/articulos/13-de-enero-dia-mundial-de-la-lucha-contra-la-depresion

[ii] OPS (Marzo, 2022). La pandemia por COVID-19 provoca un aumento del 25%  en la prevalencia de la ansiedad y la depresión en todo el mundo. https://www.paho.org/es/noticias/2-3-2022-pandemia-por-covid-19-provoca-aumento-25-prevalencia-ansiedad-depresion-todo#:~:text=%2D%20En%20el%20primer%20a%C3%B1o%20de,de%20la%20Salud%20(OMS).

[iii] García, A. (13 enero, 2024). Día de la Lucha contra la Depresión: entre 20% y 30% de los mexicanos la padecen o la han padecido. El economista.  https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Dia-de-la-Lucha-contra-la-Depresion-entre-20-y-30-de-los-mexicanos-la-padecen-o-la-han-padecido-20240113-0013.html

[iv] Expansión digital (13 de enero, 2024). Día Mundial de la lucha contra la depresión 2024: ¿por qué se conmemora? Expansión. https://expansion.mx/tendencias/2024/01/13/dia-mundial-de-lucha-contra-la-depresion-2024

[v] Freud. S. (1917).  Duelo y melancolía. En Obras completas XIV (p.241). Buenos Aires: Amorrortu, 1992.

[vi] Han, Byung-Chul (2012). La sociedad del cansancio (p. 11). Barcelona: Herder.